lunes, 15 de julio de 2013

Innovación y cambio en la educacion

Innovación y cambio en la educación
Dr. Juan Carlos López Gracia

Conceptualización del cambio (empezando por lo último)
Las características de estos tiempos y su influencia en la educación parecen obligar a todo educador  a la reflexión y discusión de un tema tan recurrente en las diversas esferas de la sociedad contemporánea. Pocas palabras son tan demandadas y utilizadas en estos tiempos como el “cambio” y la educación no escapa al influjo de su poder.
He decidido escribir sobre el cambio iniciando por lo último, porque no podría explicarse el cambio sin suponer una situación anterior, y esta a su vez a una anterior. Sin un antes y un después es inútil hablar del cambio, el cambio implica transformación, transfiguración, el cambio es un proceso que advierte siempre un estado anterior, un último.
 También consideré pertinente iniciar con lo último porque también es lo primero, lo último puede entenderse como la causa primera, la que produce el efecto del cambio y la que mejor explica el concepto del que estamos hablando. Para ello es importante evitar reduccionismos y abordar el tema desde una ciencia que por su vocación ordenadora busque las causas últimas que nos lleven a la esencia del “cambio”
Cuando hablo de la ciencia que estudia las causas últimas de las cosas me refiero a la filosofía:
-- Ciencia que estudia todas las cosas por sus “causas ultimas” a la luz de la razón. —
El campo del entendimiento  especulativo nos ayudará a no perder el rumbo y a ordenar las relaciones, finalidades e implicaciones de un concepto que como el “cambio” por su nivel de abstracción es de difícil comprensión.
No bastarían causas próximas o particulares para entender de la mejor manera un concepto tan acotado por nuestras percepciones, tan demandado socialmente y tan mal interpretado en perjuicio de muchos sistemas educativos y prácticas docentes.
Aquel que ha tenido la oportunidad de reunirse con amigos de la infancia después de años de separación, sabe de la influencia de nuestra percepción en la realidad, porque  a pesar de los estragos impiedosos del tiempo, podemos reconocer  en nuestros amigos las mismas expresiones y ademanes de años atrás, lo que nos anima a pensar que a pesar del tiempo y la acumulación de experiencias –  la esencia no ha cambiado. —
En la política la percepción es similar, a pesar de la renovación en los congresos o en el poder ejecutivo todo parece seguir igual, sin cambios.
A iguales conclusiones nos llevan las lecturas de los textos clásicos: las ambiciones de poder, honor, los celos o los arrebatos de amor, la sed de venganza, la lucha para la dominación del deseo, las intrigas y las desventuras encontradas en obras como las de Shakespeare o Cervantes son tan vigentes que nos parecen contemporáneas.
Estas mismas percepciones juegan un papel diferente cuando observamos las fotos de nuestros hijos cuando pequeños y las comparamos con la realidad – el cambio es evidente—
Ni hablar de trastornos sociales producidos por los cambios tecnológicos; hablar de la televisión de bulbos (sin control remoto), de la locomotora, de la iluminación por quinqués o carretas remolcadas por bestias nos hace pensar en los importantes cambios que esta generación ha presenciado.
Nuestras percepciones respecto del “cambio” a menudo contradictorias no son suficientes para lograr una certeza respecto del  “cambio”, la superficialidad de su campo de acción siempre limitada, desnuda sus carencias ante temas abstractos. Ya lo advertía San Agustín cuando refiriéndose al tiempo decía  –  “Seguramente lo entendemos suficientemente bien cuando hablamos de él..., ¿qué es entonces el tiempo?, si me lo preguntan lo sé, si pretendo explicarlo no sabría cómo hacerlo”—
Ante la primera percepción de que el cambio es solo una ilusión porque en el fondo  “nada cambia” se acerca el antiguo filosofo Parménides quien 470 años antes del nacimiento de Cristo ya intrigado por la percepción del cambio afirmaba que  éste sólo existía en apariencia ya que el ser no puede ser engendrado ni dividido ni corrompido, pensar lo contrario sería negar la existencia del ser lo cual es inconcebible desde cualquier punto de vista.
La afirmación de la existencia del cambio  obliga reconocer  de que ahora "es" algo que "no era" antes, lo que resultaría contradictorio y, por lo tanto, inaceptable. La afirmación del cambio supone la aceptación de esta transición del "ser" "al "no ser" o viceversa, pero este paso es imposible, dice Parménides, puesto que el "no ser" no es y de la nada, nada se puede crear.
Dicho en otras palabras para este importantísimo filósofo nacido en Elea (hoy Italia) el cambio es sólo una apariencia porque el ser no puede ser cambiado.
Contrario a estas ideas y en aproximación a nuestra percepción que el cambio existe, es real y de que todo se encuentra en permanente cambio; se encuentra Heráclito, también conocido por su sobrenombre de  “el oscuro” ya sea por un semblante que no le ganaba muchos amigos, ya sea por sus a veces contradictorias afirmaciones. Heráclito es conocido como el filósofo que nos habló del “devenir”, a  él se le atribuye la frase “nadie puede bañarse en el mismo rio dos veces” entendiendo que no serán nunca las mismas aguas ni será el bañista será el mismo, algo en el habrá cambiado. “todo fluye” decía este pensador griego “nada permanece”.
Platón también participa de esta discusión y el aporta la idea que el cambio existe en efecto pero sólo en aquellas cosas que son generadas, que tienen un devenir, todo lo creado en consecuencia es terreno del cambio. Platón también  reconoce que hay otro tipo de existencia que no fue generada la cual es inmutable y no es sujeta alguna al cambio.
Finalmente Aristóteles: presentó su distinción entre ser en potencia y ser en acto lo que le permitió pensar un estado intermedio entre el ser y el no ser, a lo que llamó génesis.
También hacer referencia a la existencia substancial y a la existencia accidental.
Retomaremos las reflexiones del estagirita para escudriñar el proceso del cambio en la educación y para ello es necesario entender lo que el filósofo entiende por acto y potencia y substancia y accidente; la comprensión de estos principios son vitales para la educación ya que nos permiten no solamente comprender el cambio sino lograr sociedades más justas.
La potencia se entiende como “aquello que puede ser pero que aún no lo es”, así podemos decir que aquel alumno es un gran hombre en potencia, sin duda lo puede llegar a ser pero aún no lo es requiere de  una buena educación para lograrlo. Cuando llega a serlo entonces podemos decir que “es un buen hombre en acto”. Por acto podemos entender “lo que es”.
Los seres humanos somos una combinación de potencia y acto, ahora mismo el lector se encuentra en acto de leer y en potencia de descansar, de comer, de bañarse incluso de morir, la potencialidad de nuestra esencia es prácticamente infinita.
La educación es un excelente ejemplo de la relación que existe entre potencia y acto en los seres humanos; reconoce la capacidad de todo individuo de mejorar, por ello los gobiernos hacen un esfuerzo por llevar educación a todos los rincones. Presupone que la educación detonará un “cambio” en las sociedades, -- les hará vivir mejor— a nadie se quiere dispensar de recibir una educación de calidad porque reconocemos en todos los seres humanos la potencialidad del cambio.
Para Aristóteles el cambio es la transición de la potencia al acto.
Por otra parte, ningún profesor con sentido común empeñaría sus esfuerzos por enseñar álgebra al rosal que tiene plantado en su casa. Sabe que el rosal no está en “potencia” de aprenderlo, tampoco lo enseñaría a un bebe de 6 meses.
La comprensión de la relación entre la potencia y el acto aunque en apariencia sencilla no permea en todos los sectores de la sociedad.
Se niega la potencialidad del hombre por cambiar su destino a través de la educación cuando se predica la adivinación por los astros, cuando el determinismo esotérico, social y psicológico se expande como plaga en nuestros jóvenes sembrando desesperanza y frustración.
Solamente “cambia” aquello que “puede cambiar” pero el “solamente” no es menor, de hecho en la mayor parte de los elementos de nuestra vida el cambio es posible y los educadores debemos ser los más férreos defensores de esta idea ya que nuestra profesión es la más  poderosa herramienta del verdadero “cambio”.
A lo largo de la historia muchas teorías, ideas o creencias populares han negado la posibilidad de “cambio” en la humanidad, por ejemplo la –esclavitud— negaba la posibilidad de cambio a los hombres de una raza diferente a la dominante. Se consideraba que habían nacido para servir y que conformaban un eslabón entre los animales y los hombres aunque a menudo recibían un trato peor al que se le daba a cualquier animal.
La “Frenología”, una teoría desarrollada alrededor del año 1800 por el neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall, afirmaba que era posible determinar aspectos como el carácter, la personalidad y las tendencias criminales basándose en las características físicas del cráneo, cabeza y facciones. Esta visión determinista soportó muchas de las ideas relacionadas con el sexismo, el racismo y la visión de una raza dominante que a la postre se integró al sistema de creencias que motivaron a  Hitler a justificar su lucha.
Se niega la potencialidad de desarrollo del hombre cuando se argumenta a favor del aborto el incipiente desarrollo del sistema nervioso del feto, ignorando que éste continúa en desarrollo aún después del nacimiento y hasta los 21 años en promedio.
A menudo, los principales promotores del cambio social son los mismos que niegan la relación de la potencia y el acto que a su vez promueve el cambio, cayendo en evidentes contradicciones.
Para comprender de mejor manera los alcances del cambio en los seres humanos y en las cosas es necesario recurrir nuevamente a Aristóteles y a su razonamiento sobre la existencia substancial y existencia accidental.
La existencia substancial puede definirse como aquello que existe por sí mismo. Por ejemplo: el auto, el caballo, el hombre, el planeta.
Por otro lado la existencia accidental se refiere a las cosas que para existir lo tienen que hacer en “otro” por ejemplo: el color o la cantidad o la calidad.
Nadie ha visto a al rojo cenando con el amarillo porque los colores requieres de una existencia substancial para existir, en cambio si vemos a dos damas una vestida de rojo y otra de amarillo cenando.  
Lo accidental no modifica la substancia. El árbol de limones sigue siendo árbol de limones aunque con el tiempo haya cambiado su altura, el auto sigue siendo un auto aunque su dueño haya decidido cambiarle el color de azul a verde.
Un grave error es pensar que el color de la piel en los seres humanos (una existencia accidental) califica la dignidad humana. Un error de este tipo justificó la esclavitud durante muchos años y los más terribles holocaustos que hemos vivido como humanidad se basan en no comprender las diferencias substanciales y accidentales, por lo que no me parece obvio acotar estos términos al campo educativo en donde también se pueden cometer grandes errores.
Los títulos nobiliarios, académicos, las riquezas, la belleza o la estatura no modifican la existencia substancial del ser humano, en otras palabras no modifican su esencia, como tampoco lo hacen los errores, los crímenes, la pobreza, la ignorancia, la fealdad o la gordura. Por ello es menester enseñar  a alumnos de todos niveles mediante distintos métodos las diferencias entre substancia y accidente.
El cambio también puede darse de dos maneras:
Cambio substancial: en este cambio sólo existen dos opciones: la generación y la corrupción.
Hace referencia al cambio en la esencia de las cosas, la madera después de ser expuesta al fuego su naturaleza es corrompida y se convierte en cenizas.  El árbol de donde se obtiene este pedazo de madera no ha existido por siempre, en el algún momento, fue generado, es decir, creado. El proceso ya es conocido.
Por otra parte, el cambio accidental se da en las cosas que ya existen y puede ser de calidad, de cantidad y de lugar.
Estos cambios no alteran la substancia aunque pueden alterar su apariencia. Por ejemplo:  una persona puede cambiar la cantidad de peso de cuando tenía 18 años a cuando tiene 50, aunque el peso haya aumentado la esencia de la persona sigue siendo la misma. Puede pasar de habitar en Australia a México, su cambio ha sido de lugar sin que por ello la persona haya cambiado su esencia ni por el hecho que ahora la calidad de su formación sea mejor o peor.
Cuando hablamos de cambio en la educación es importante entender primero a qué tipo de cambio nos referimos ya sea cambio substancial o cambio accidental. Recordemos que el cambio substancial es un cambio que acepta solo dos modos: generación y corrupción.
La educación ha sido generada por el hombre como un mecanismo para buscar su mejora.
Afortunadamente el artículo tercero de nuestra constitución lo contempla:
“… La educación que imparta el estado tendera a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser humano y fomentara en él, a la vez, el amor a la patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia…
Expresado con estas u otras palabras la educación en cualquier parte del mundo tienen como finalidad – hacer al hombre mejor—.
Es fácil darse cuenta que la naturaleza humana y por consiguiente su dignidad, más allá de lugares geográficos, culturas regionales y tiempos históricos, es exactamente la misma.  Por lo tanto podemos afirmar que la esencia de la educación vista como un instrumento para la mejora del ser humano no es variable como tampoco lo es la naturaleza humana.
La sociedad del cambio
Es cada vez más común escuchar que una de las principales características de nuestra sociedad contemporánea es el cambio, -- lo único constante es el cambio.
Y nadie podría negar que nos sentimos a menudo mareados por la vertiginosa velocidad a la que los cambios se suscitan en nuestras vidas, principalmente en lo relacionado a la tecnología. La vigencia de un equipo de cómputo o de un teléfono celular es cada vez más corta, la movilidad tecnológica nos deja la sensación que una vez concluida la operación de compraventa de cualquier equipo tecnológico, éste  ya es obsoleto.
En el campo de la tecnología cada cambio anuncia nuevas sorpresas, las promesas de los fabricantes siempre traen consigo nuevas funciones, velocidades, apariencia, capacidad de almacenamiento etc.  Gracias a esos avances tecnológicos ahora comprendemos mejor el funcionamiento del cerebro, nos comunicamos a través de la distancia con mejor calidad de audio y video, el internet ofrece innumerables posibilidades para compartir y acceder a información de casi cualquier tópico. Nadie negaría que nos ha hecho la vida más cómoda… pero no necesariamente mejor.
Toda esta tormenta de innovación y cambio nos arrastra a generalizar a partir de los principios que rigen los avances tecnológicos, lo nuevo nos parece bueno por el simple hecho de ser nuevo, sin que prive ningún criterio de eficiencia y eficacia. Y en contraparte lo viejo es sinónimo de obsolescencia, de inoperancia, de caducidad.
Hemos dejado de discernir de entre lo bueno “lo mejor” para sólo centrarnos a distinguir de entre lo nuevo, “lo más nuevo”.
La aplicación de la idea de que lo nuevo es siempre mejor, de manera indiscriminada en todos los ámbitos trae consecuencias desastrosas. En el campo de la política el “cambio” es vendido  como la mejor promesa de bienestar; no he sabido de un político contemporáneo que impulse su campaña defendiendo las viejas y sabias enseñanzas que daban cohesión social, cada sexenio o trienio  todo lo realizado es desechado sólo por ser viejo y hay que empezar todo de nuevo.
En esa carrera por la innovación y el cambio como una urgencia mediática, hemos escuchado de algunos políticos disparates tan grandes como su necesidad de anunciar nuevos cambios. En la política el cambio se asocia con la “esperanza”,  con el anhelo que vientos nuevos traerán como en las telecomunicaciones, “nuevas sorpresas”, mejoras, adiciones, optimizaciones.
La idea de lo desechable parece haber permeado muchos ámbitos; la idea de que lo perdurable, lo perenne era de calidad también parece estar pasando de moda. Ya no preocupa la durabilidad de los muebles, de los autos, de la ropa incluso, todo parece ser hecho para desecharse en poco tiempo y desafortunadamente estas tendencias sociales traen consigo el desprecio a lo antiguo sin ningún criterio de eficacia.
También sería un gigantesco error valorar lo antiguo sólo por ser antiguo, regresar al idealismo de Platón por sobre el realismo aristotélico nos llevaría al inmanentismo. La sociedad y en general la educación debe aprender a mejorar los criterios para la elección de las innovaciones que son acogidas.
Es fácil caer en la trampa, la mayoría de los cambios en la industria y las telecomunicaciones que la humanidad hoy goza, han sido presenciados por –esta generación—.  Como en ningún otro momento hemos sido testigo de cambios fundamentales en la convivencia, en las comunicaciones y en la industria.
El cambio nos aparece como una gigantesca ola que arrastra toda oposición, es inútil luchar contra el cambio, todo arrastra, todo cambia, todo muta. – si no te montas sobre las olas del cambio quedaras debajo de ellas—. Hay una sentencia que dice que  “lo que no cambia perece”.
La mente humana trabaja en base a patrones, en cuanto nos enfrentamos a una situación novedosa intentamos aprender de la experiencia para poder utilizar ese aprendizaje en otras futuras experiencias, cuando aprendemos (en el campo tecnológico) que el cambio significa mejora, lo aplicamos a todas las esferas de nuestra vida.
Ante esta situación la educación parece una tarea compleja por no decir imposible, ¿Cómo podría la educación organizada en sistemas complejos, gigantescos y exageradamente lentos, seguir el paso de una vertiginosa y mareante velocidad con la que ocurren los cambios? Cambios que además suceden en su mayoría en contextos diferentes al educativo, no sigue reglas, no pueden controlarse y mucho menos pueden predecirse.
Siempre aprendimos que la educación nos prepara para el futuro ¿pero para que futuro? Para un futuro que no es posible predecir.
Miles de escuelas privadas públicas, adoptan sin menoscabo cualquier idea con roce educativo, sin la minina precaución. Los criterios de eficacia y eficiencia son sustituidos por la “novedad”.
Ideas que rayan en el absurdo de programar la mente como lo haríamos con una computadora o la aceptación de tantas inteligencias como estilos, talentos o aficiones o la idea que las emociones son inteligentes, desfilan por las escuelas distrayendo los esfuerzos humanos, económicos y materiales en lo esencial y por consiguiente en lo inmutable de la educación. – Su fin—.
No podemos culpar a los profesores por su sentimiento de desesperanza y frustración, apenas y se acomodan en una propuesta educativa cuando la ola nuevamente llega cargada de nuevos éxitos comerciales, de betsellers educativos y de nuevas y estrafalarias ideas.
Tantas “novedades” han sembrado un intrincado laberinto entre el profesor y su alumno, hemos complicado como nunca la esencia educativa y los resultados saltan a la vista.
Alumnos con grandes cantidades de información que no son capaces de pensar sobre el objetivo de la misma, los fines han sido confundidos con los medios y peor aún han sido subordinados.
Curriculums que me recuerdan a las carreteras construidas por políticos en su último año de gobierno: 100 kilómetros de longitud y un milímetro de profundidad.
Estamos tan ocupados con tanta información y cambios que nos encontramos el tiempo de pensar sobre lo importante, sobre lo mejor.

Los criterios de la innovación
En años recientes las ciencias filosóficas han tenido una importante aportación; Las ciencias especulativas por esencia, sólo tenían a la ética como la única ciencia especulativamente práctica que regula el obrar de las personas y las evalúa desde el punto de vista moral. Faltaba una ciencia que regulara los actos no sólo desde el punto de vista “moral” sino también “eficaz” y así nace la “Filosofía de la eficacia” cuya creadora es la Dra. Luz García Alonso. Para esta científica mexicana  –el valor propio de la innovación es la eficacia— distinguiéndola así de las novedades y ocurrencias.
Con el apoyo de esta nueva ciencia podemos construir algunos juicios que nos ayuden a conseguir una mejor educación a partir de las innovaciones.
El primer criterio de cualquier proyecto tendiente a mejorar la educación debe ser la “Verdad”.
La verdad puede ser definida como –la adecuación del intelecto a la realidad— la verdad se logra cuando nuestros axiomas corresponden a lo que sucede realmente, por ello ante cualquier juicio debe haber una verdad.
Aquel que viendo la realidad de un avión que vuela y lo niega, cae en el error, aquel que dude de la existencia del árbol de manzanas, cae en el error porque su axioma no corresponde a la realidad. Aquel que afirme que los seres humanos pueden ser inmortales, también caen en el error.
Para conocer la verdad existen dos tipos de saberes: teórico o especulativo y práctico.
Los saberes teóricos versan sobre lo necesario, lo necesario es lo inmutable lo que no puede ser de otra manera y para acceder a estas verdades se tienen dos hábitos intelectuales conocidos como:
Inteligencia: o también llamada ciencia de los primeros principios, nos ayudan a entender aquellos principios que son evidentes y por lo tanto no requieren demostración de sus causas como sucede en la ciencia
Ciencia: es un conocimiento cierto por causas próximas necesarias y
Sabiduría: es un conocimiento cierto por causas últimas necesarias
La verdad del conocimiento científico depende de la verdad del conocimiento sapiencial o conocimiento por las causas ultimas.
También existe el conocimiento práctico que versa sobre lo contingente, sobre lo que –puede ser de una u otra manera— y cuya meta es la transformación.
Son dos los hábitos del conocimiento práctico:
Arte: el mundo del arte abarca innumerables ramas: los oficios, la técnica, la tecnología –aplicación de la ciencia-, las artesanías y las bellas artes.
Prudencia: considera el aquí y el ahora para lograr la eficacia. Es el obrar bajo la recta razón
La educación es un saber primordialmente artístico, porque busca la transformación del educando. A diferencia de otros artes como la escultura, la pintura, la herrería etc. La transformación que se busca no es de tipo material sino de tipo inmaterial, se busca una transformación cualitativa del estudiante.
El arte de la educación depende de manera próxima de la “ciencia” o mejor dicho de “las ciencias”. Son muchas ciencias llamadas particulares que auxilian la tarea educativa, por ejemplo, la psicología, la sociología, la pedagogía etc. Si existe un error en las concepciones de estas ciencias el efecto del acto artístico será el error. Para evitarlo, las ciencias particulares deben recurrir a las disciplinas filosóficas para llegar a las causas últimas y ordenar los saberes, en auxilio se puede encontrar por ejemplo a la antropología filosófica que ayuda a  conocer mejor las facultades y dimensiones del ente que se pretende educar “el ser humano”. La ética para la formación de hábitos morales, a la gnoseología para comprender los hábitos intelectivos etc. La ontología ayuda a situar al fenómeno educativo dentro de la esfera del ser. La filosofía de la eficacia ayuda  a lograr la consecución de las metas planteadas.

El segundo elemento para lograr la eficacia en la educación y en cualquier proceso de innovación que la afecte es la “EFICIENCIA”.
A menudo en las jergas de gestión y administración la palabra “eficiencia” se usa como sinónimo de “eficacia” pero no son lo mismo.
La eficiencia es un término subordinado a la eficacia y en términos generales significa “hacer bien las cosas” la Real academia española lo define como: Capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado”.
La diferencia entre eficiencia y eficacia radica en la verdad y bondad del objeto a perseguir. Así un asesino a sueldo que ejecuta a policías puede ser muy “eficiente” (siempre cumple cabalmente con su encomienda) pero tremendamente “ineficaz” debido a que asesina al inocente.
Una bomba nuclear puede ser “eficiente” (mata a un gran número de personas con un mínimo de inversión económica) pero “ineficaz” si es utilizada en contra de la humanidad, asesinando no solamente a militares sino a población civil inocente.
Hitler fue muy “eficiente” en persuadir y convencer a su pueblo pero muy “ineficaz” porque sus argumentos eran mentiras.
Por otro lado a la eficacia no le basta la verdad o bondad del objetivo. Si los caminos y medios seleccionados para alcanzarlos NO son eficientes, entonces también se conseguirá “ineficacia”.
Un bombero que tiene toda la intención de ayudar a la población combatiendo un incendio si se equivoca en la dirección será “ineficiente” y en consecuencia “ineficaz”
Un brillante ingeniero que ha desarrollado una nueva tecnología de autos que no requieren gasolina para moverse no podrá ser eficaz si no considera la oposición de múltiples intereses económicos de la industria que intenta desplazar.
Para lograr la eficiencia y en consecuencia la eficacia se requiere de una virtud: “La prudencia”
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro cual es el verdadero bien, lo más conveniente en cada caso  y a elegir los medios rectos, es decir los medios más adecuados e idóneos en atención a las circunstancias para lograr el objetivo.
No debe confundirse a la prudencia ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la simulación. Es llamada la "auriga virtutum": Conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida.
Los actos de la prudencia son:
a)      Consejo
b)      Juicio
c)       Imperio
El consejo es necesario para tomar una buena decisión, el consejo “no es decir a otro lo que debe hacer”. —es pensar con el otro—.  Implica un dialogo en el que diversas opiniones y visiones enriquezcan la toma de decisiones. Aconsejarse de los expertos en el tema, ya sea por su experiencia o expertis es una “obligación moral” de todo aquel que pretenda una acción innovadora.
Los responsables de la mayoría de las decisiones en educación no son expertos en los diferentes campos de la educación ni tienen obligación de serlo, aunque su obligación consiste en “tomar consejo”.
Sin embargo, el consejo tampoco sustituye a la decisión juiciosa ni debe confundirse el ejercicio de la consejería para que con un pretexto democrático se busque diluir la responsabilidad en la opinión de las mayorías. 
El juicio es el resultado de recoger las opiniones y formular con ellas una sentencia y es el resultado del contraste y deliberación de las ideas y no de la sumatoria de las opiniones.
La democracia es una forma de gobierno en la que el pueblo elije  a sus gobernantes pero no es una forma eficaz para tomar decisiones. Pusilánime es aquel que teniendo la responsabilidad de tomar una decisión, la abandona y deja paso a la fuerza de la mayoría por sobre la verdad.
Pero nadie será recordado por lo que pensó o por lo que quiso hacer, el gobierno de lo que debe hacerse, es decir de pasar del dicho al hecho es mejor conocido como el imperio.
El imperio consiste en asegurarse que las cosas se hagan y ocurran de acuerdo al juicio previo. El arquitecto supervisa la obra para que se ajuste su idea plasmada en un plano, y también el innovador defiende su idea para que se haga realidad sobrellevando las dificultades.
El imperio exige disciplina y constancia para lograr que lo pretendido, lo idealizado,  se encuentre con la realidad, formando una nueva. Exige previsión de los recursos necesarios y de los medios más idóneos  y fortaleza para superar las barreras.

La integralidad de la innovación y el cambio
El proceso de innovación y cambio en la educación como en cualquier otra área como se ha dado cuenta de ello, implica mucho más que una idea brillante e innovadora, podría afirmar que en todos los campos profesionales de lo que menos se carece, es de la generación de nuevas ideas, pero la mayoría de ellas encuentran una muerte prematura una vez concebidas.
En la mayoría de las veces los asesinos de las nuevas ideas son engendrados al mismo tiempo que ellas y coexisten en su fugaz existencia. Aunque los elementos externos a ellas a menudo cargan con la culpabilidad de la muerte.
Una idea de cambio siempre encontrará una resistencia natural, proporcional a su impacto en las vidas de las demás personas. Yo no he encontrado un ejemplo histórico en el que una idea de cambio no implique alguna transformación social.
De mayor o menor impacto las ideas alteran, transforman a un individuo o a una sociedad. Ideas en el comercio, religiones, política, industria, economía, leyes etc. Son siempre causa de un efecto social.
Las ideas independentistas de Gandhi encontraron una natural resistencia en el imperio británico pero también en un sector de su pueblo quienes preferían el camino de las armas para lograr su objetivo y rechazaban la visión pacifista de su principal líder.
El campo educativo no queda exento de las transformaciones sociales; en el México de estos tiempos se observa con claridad las reacciones y convulsiones que son efecto de ideas de cambio del sistema educativo.
No son menores las pretensiones del gobierno federal como tampoco son menores las respuestas de los beneficiados y de los afectados. Y las conclusiones aún aguardan.


Fuerzas proporcionales

Pentágono: Leve impacto social Pentágono: Fuerte  impacto social
Pentágono: Moderado  impacto social
 



Pentágono: Agresión  Pentágono: Rechazo Pentágono: Indiferencia  



Pretender un cambio sin resistencias en una ilusión, si nuestras ideas no encuentran un rechazo puede deberse a dos causas:
a)      Nuestra idea tiene nulas o menores implicaciones sociales: y si así es ¿vale la pena?
b)      Aun no es percibida las implicaciones de nuestra idea: por lo que hay que comunicarlas de mejor manera
El cambio como necesidad humana es un proceso enmarcado en la complejidad de su naturaleza, en donde el concierto de necesidades, deseos y posibilidades perecen danzar en una lucha por su hegemonía. La integralidad interior con las fuerzas exteriores son las anunciadoras del éxito o del fracaso de cualquier empresa.