Innovación y cambio en la educación
Dr. Juan Carlos López Gracia
Conceptualización del cambio
(empezando por lo último)
Las características de estos tiempos y su influencia en la
educación parecen obligar a todo educador a la reflexión y discusión de un tema tan
recurrente en las diversas esferas de la sociedad contemporánea. Pocas palabras
son tan demandadas y utilizadas en estos tiempos como el “cambio” y la
educación no escapa al influjo de su poder.
He decidido escribir sobre el cambio iniciando por lo último,
porque no podría explicarse el cambio sin suponer una situación anterior, y
esta a su vez a una anterior. Sin un antes y un después es inútil hablar del
cambio, el cambio implica transformación, transfiguración, el cambio es un
proceso que advierte siempre un estado anterior, un último.
También consideré
pertinente iniciar con lo último porque también es lo primero, lo último puede
entenderse como la causa primera, la que produce el efecto del cambio y la que
mejor explica el concepto del que estamos hablando. Para ello es importante
evitar reduccionismos y abordar el tema desde una ciencia que por su vocación
ordenadora busque las causas últimas que nos lleven a la esencia del “cambio”
Cuando hablo de la ciencia que estudia las causas últimas de
las cosas me refiero a la filosofía:
-- Ciencia que
estudia todas las cosas por sus “causas ultimas” a la luz de la razón. —
El campo del entendimiento
especulativo nos ayudará a no perder el rumbo y a ordenar las relaciones,
finalidades e implicaciones de un concepto que como el “cambio” por su nivel de
abstracción es de difícil comprensión.
No bastarían causas próximas o particulares para entender de
la mejor manera un concepto tan acotado por nuestras percepciones, tan
demandado socialmente y tan mal interpretado en perjuicio de muchos sistemas
educativos y prácticas docentes.
Aquel que ha tenido la oportunidad de reunirse con amigos de
la infancia después de años de separación, sabe de la influencia de nuestra
percepción en la realidad, porque a
pesar de los estragos impiedosos del tiempo, podemos reconocer en nuestros amigos las mismas expresiones y
ademanes de años atrás, lo que nos anima a pensar que a pesar del tiempo y la
acumulación de experiencias – la esencia
no ha cambiado. —
En la política la percepción es similar, a pesar de la
renovación en los congresos o en el poder ejecutivo todo parece seguir igual,
sin cambios.
A iguales conclusiones nos llevan las lecturas de los textos
clásicos: las ambiciones de poder, honor, los celos o los arrebatos de amor, la
sed de venganza, la lucha para la dominación del deseo, las intrigas y las
desventuras encontradas en obras como las de Shakespeare o Cervantes son tan
vigentes que nos parecen contemporáneas.
Estas mismas percepciones juegan un papel diferente cuando
observamos las fotos de nuestros hijos cuando pequeños y las comparamos con la
realidad – el cambio es evidente—
Ni hablar de trastornos sociales producidos por los cambios
tecnológicos; hablar de la televisión de bulbos (sin control remoto), de la
locomotora, de la iluminación por quinqués o carretas remolcadas por bestias nos
hace pensar en los importantes cambios que esta generación ha presenciado.
Nuestras percepciones respecto del “cambio” a menudo
contradictorias no son suficientes para lograr una certeza respecto del “cambio”, la superficialidad de su campo de acción
siempre limitada, desnuda sus carencias ante temas abstractos. Ya lo advertía
San Agustín cuando refiriéndose al tiempo decía
– “Seguramente lo entendemos
suficientemente bien cuando hablamos de él..., ¿qué es entonces el tiempo?, si
me lo preguntan lo sé, si pretendo explicarlo no sabría cómo hacerlo”—
Ante la primera percepción de que el cambio es solo una
ilusión porque en el fondo “nada cambia”
se acerca el antiguo filosofo Parménides quien 470 años antes del nacimiento de
Cristo ya intrigado por la percepción del cambio afirmaba que éste sólo existía en apariencia ya que el ser
no puede ser engendrado ni dividido ni corrompido, pensar lo contrario sería
negar la existencia del ser lo cual es inconcebible desde cualquier punto de
vista.
La afirmación de la existencia del cambio obliga reconocer de que ahora "es" algo que "no
era" antes, lo que resultaría contradictorio y, por lo tanto, inaceptable.
La afirmación del cambio supone la aceptación de esta transición del
"ser" "al "no ser" o viceversa, pero este paso es
imposible, dice Parménides, puesto que el "no ser" no es y de la
nada, nada se puede crear.
Dicho en otras palabras para este importantísimo filósofo
nacido en Elea (hoy Italia) el cambio es sólo una apariencia porque el ser no
puede ser cambiado.
Contrario a estas ideas y en aproximación a nuestra
percepción que el cambio existe, es real y de que todo se encuentra en
permanente cambio; se encuentra Heráclito, también conocido por su sobrenombre
de “el oscuro” ya sea por un semblante que
no le ganaba muchos amigos, ya sea por sus a veces contradictorias
afirmaciones. Heráclito es conocido como el filósofo que nos habló del
“devenir”, a él se le atribuye la frase
“nadie puede bañarse en el mismo rio dos veces” entendiendo que no serán nunca
las mismas aguas ni será el bañista será el mismo, algo en el habrá cambiado.
“todo fluye” decía este pensador griego “nada permanece”.
Platón también participa de esta discusión y el aporta la
idea que el cambio existe en efecto pero sólo en aquellas cosas que son
generadas, que tienen un devenir, todo lo creado en consecuencia es terreno del
cambio. Platón también reconoce que hay
otro tipo de existencia que no fue generada la cual es inmutable y no es sujeta
alguna al cambio.
Finalmente Aristóteles: presentó su distinción entre ser en potencia y ser en acto lo que le
permitió pensar un estado intermedio entre el ser y el no ser, a lo que llamó
génesis.
También hacer referencia a la existencia substancial y a la
existencia accidental.
Retomaremos las reflexiones del estagirita para escudriñar
el proceso del cambio en la educación y para ello es necesario entender lo que
el filósofo entiende por acto y potencia y substancia y accidente; la
comprensión de estos principios son vitales para la educación ya que nos
permiten no solamente comprender el cambio sino lograr sociedades más justas.
La potencia se entiende como “aquello que puede ser pero que
aún no lo es”, así podemos decir que aquel alumno es un gran hombre en
potencia, sin duda lo puede llegar a ser pero aún no lo es requiere de una buena educación para lograrlo. Cuando
llega a serlo entonces podemos decir que “es un buen hombre en acto”. Por acto
podemos entender “lo que es”.
Los seres humanos somos una combinación de potencia y acto,
ahora mismo el lector se encuentra en acto de leer y en potencia de descansar,
de comer, de bañarse incluso de morir, la potencialidad de nuestra esencia es
prácticamente infinita.
La educación es un excelente ejemplo de la relación que
existe entre potencia y acto en los seres humanos; reconoce la capacidad de
todo individuo de mejorar, por ello los gobiernos hacen un esfuerzo por llevar
educación a todos los rincones. Presupone que la educación detonará un “cambio”
en las sociedades, -- les hará vivir mejor— a nadie se quiere dispensar de
recibir una educación de calidad porque reconocemos en todos los seres humanos
la potencialidad del cambio.
Para Aristóteles el cambio es la transición de la potencia
al acto.
Por otra parte, ningún profesor con sentido común empeñaría
sus esfuerzos por enseñar álgebra al rosal que tiene plantado en su casa. Sabe
que el rosal no está en “potencia” de aprenderlo, tampoco lo enseñaría a un
bebe de 6 meses.
La comprensión de la relación entre la potencia y el acto aunque
en apariencia sencilla no permea en todos los sectores de la sociedad.
Se niega la potencialidad del hombre por cambiar su destino
a través de la educación cuando se predica la adivinación por los astros,
cuando el determinismo esotérico, social y psicológico se expande como plaga en
nuestros jóvenes sembrando desesperanza y frustración.
Solamente “cambia” aquello que “puede cambiar” pero el
“solamente” no es menor, de hecho en la mayor parte de los elementos de nuestra
vida el cambio es posible y los educadores debemos ser los más férreos
defensores de esta idea ya que nuestra profesión es la más poderosa herramienta del verdadero “cambio”.
A lo largo de la historia muchas teorías, ideas o creencias
populares han negado la posibilidad de “cambio” en la humanidad, por ejemplo la
–esclavitud— negaba la posibilidad de cambio a los hombres de una raza
diferente a la dominante. Se consideraba que habían nacido para servir y que
conformaban un eslabón entre los animales y los hombres aunque a menudo
recibían un trato peor al que se le daba a cualquier animal.
La “Frenología”, una teoría desarrollada alrededor del año
1800 por el neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall, afirmaba que era posible
determinar aspectos como el carácter, la personalidad y las tendencias criminales
basándose en las características físicas del cráneo, cabeza y facciones. Esta
visión determinista soportó muchas de las ideas relacionadas con el sexismo, el
racismo y la visión de una raza dominante que a la postre se integró al sistema
de creencias que motivaron a Hitler a
justificar su lucha.
Se niega la potencialidad de desarrollo del hombre cuando se
argumenta a favor del aborto el incipiente desarrollo del sistema nervioso del
feto, ignorando que éste continúa en desarrollo aún después del nacimiento y
hasta los 21 años en promedio.
A menudo, los principales promotores del cambio social son
los mismos que niegan la relación de la potencia y el acto que a su vez
promueve el cambio, cayendo en evidentes contradicciones.
Para comprender de mejor manera los alcances del cambio en
los seres humanos y en las cosas es necesario recurrir nuevamente a Aristóteles
y a su razonamiento sobre la existencia substancial y existencia accidental.
La existencia substancial puede definirse como aquello que
existe por sí mismo. Por ejemplo: el auto, el caballo, el hombre, el planeta.
Por otro lado la existencia accidental se refiere a las
cosas que para existir lo tienen que hacer en “otro” por ejemplo: el color o la
cantidad o la calidad.
Nadie ha visto a al rojo cenando con el amarillo porque los
colores requieres de una existencia substancial para existir, en cambio si
vemos a dos damas una vestida de rojo y otra de amarillo cenando.
Lo accidental no modifica la substancia. El árbol de limones
sigue siendo árbol de limones aunque con el tiempo haya cambiado su altura, el
auto sigue siendo un auto aunque su dueño haya decidido cambiarle el color de
azul a verde.
Un grave error es pensar que el color de la piel en los
seres humanos (una existencia accidental) califica la dignidad humana. Un error
de este tipo justificó la esclavitud durante muchos años y los más terribles
holocaustos que hemos vivido como humanidad se basan en no comprender las
diferencias substanciales y accidentales, por lo que no me parece obvio acotar
estos términos al campo educativo en donde también se pueden cometer grandes
errores.
Los títulos nobiliarios, académicos, las riquezas, la
belleza o la estatura no modifican la existencia substancial del ser humano, en
otras palabras no modifican su esencia, como tampoco lo hacen los errores, los
crímenes, la pobreza, la ignorancia, la fealdad o la gordura. Por ello es
menester enseñar a alumnos de todos
niveles mediante distintos métodos las diferencias entre substancia y accidente.
El cambio también puede darse de dos maneras:
Cambio substancial: en este cambio sólo existen dos
opciones: la generación y la corrupción.
Hace referencia al cambio en la esencia de las cosas, la
madera después de ser expuesta al fuego su naturaleza es corrompida y se
convierte en cenizas. El árbol de donde
se obtiene este pedazo de madera no ha existido por siempre, en el algún
momento, fue generado, es decir, creado. El proceso ya es conocido.
Por otra parte, el cambio accidental se da en las cosas que
ya existen y puede ser de calidad, de cantidad y de lugar.
Estos cambios no alteran la substancia aunque pueden alterar
su apariencia. Por ejemplo: una persona
puede cambiar la cantidad de peso de cuando tenía 18 años a cuando tiene 50,
aunque el peso haya aumentado la esencia de la persona sigue siendo la misma.
Puede pasar de habitar en Australia a México, su cambio ha sido de lugar sin
que por ello la persona haya cambiado su esencia ni por el hecho que ahora la
calidad de su formación sea mejor o peor.
Cuando hablamos de cambio en la educación es importante
entender primero a qué tipo de cambio nos referimos ya sea cambio substancial o
cambio accidental. Recordemos que el cambio substancial es un cambio que acepta
solo dos modos: generación y corrupción.
La educación ha sido generada por el hombre como un
mecanismo para buscar su mejora.
Afortunadamente el artículo tercero de nuestra constitución
lo contempla:
“… La educación que imparta el estado tendera a desarrollar
armónicamente, todas las facultades del ser humano y fomentara en él, a la vez,
el amor a la patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la
solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia…”
Expresado con estas u otras palabras la educación en
cualquier parte del mundo tienen como finalidad – hacer al hombre mejor—.
Es fácil darse cuenta que la naturaleza humana y por
consiguiente su dignidad, más allá de lugares geográficos, culturas regionales
y tiempos históricos, es exactamente la misma.
Por lo tanto podemos afirmar que la esencia de la educación vista como
un instrumento para la mejora del ser humano no es variable como tampoco lo es
la naturaleza humana.
La sociedad del cambio
Es cada vez más común escuchar que una de las principales
características de nuestra sociedad contemporánea es el cambio, -- lo único
constante es el cambio.
Y nadie podría negar que nos sentimos a menudo mareados por
la vertiginosa velocidad a la que los cambios se suscitan en nuestras vidas,
principalmente en lo relacionado a la tecnología. La vigencia de un equipo de
cómputo o de un teléfono celular es cada vez más corta, la movilidad
tecnológica nos deja la sensación que una vez concluida la operación de
compraventa de cualquier equipo tecnológico, éste ya es obsoleto.
En el campo de la tecnología cada cambio anuncia nuevas
sorpresas, las promesas de los fabricantes siempre traen consigo nuevas
funciones, velocidades, apariencia, capacidad de almacenamiento etc. Gracias a esos avances tecnológicos ahora
comprendemos mejor el funcionamiento del cerebro, nos comunicamos a través de
la distancia con mejor calidad de audio y video, el internet ofrece
innumerables posibilidades para compartir y acceder a información de casi
cualquier tópico. Nadie negaría que nos ha hecho la vida más cómoda… pero no
necesariamente mejor.
Toda esta tormenta de innovación y cambio nos arrastra a
generalizar a partir de los principios que rigen los avances tecnológicos, lo
nuevo nos parece bueno por el simple hecho de ser nuevo, sin que prive ningún criterio
de eficiencia y eficacia. Y en contraparte lo viejo es sinónimo de
obsolescencia, de inoperancia, de caducidad.
Hemos dejado de discernir de entre lo bueno “lo mejor” para
sólo centrarnos a distinguir de entre lo nuevo, “lo más nuevo”.
La aplicación de la idea de que lo nuevo es siempre mejor,
de manera indiscriminada en todos los ámbitos trae consecuencias desastrosas.
En el campo de la política el “cambio” es vendido como la mejor promesa de bienestar; no he
sabido de un político contemporáneo que impulse su campaña defendiendo las
viejas y sabias enseñanzas que daban cohesión social, cada sexenio o
trienio todo lo realizado es desechado
sólo por ser viejo y hay que empezar todo de nuevo.
En esa carrera por la innovación y el cambio como una
urgencia mediática, hemos escuchado de algunos políticos disparates tan grandes
como su necesidad de anunciar nuevos cambios. En la política el cambio se
asocia con la “esperanza”, con el anhelo
que vientos nuevos traerán como en las telecomunicaciones, “nuevas sorpresas”,
mejoras, adiciones, optimizaciones.
La idea de lo desechable parece haber permeado muchos
ámbitos; la idea de que lo perdurable, lo perenne era de calidad también parece
estar pasando de moda. Ya no preocupa la durabilidad de los muebles, de los
autos, de la ropa incluso, todo parece ser hecho para desecharse en poco tiempo
y desafortunadamente estas tendencias sociales traen consigo el desprecio a lo
antiguo sin ningún criterio de eficacia.
También sería un gigantesco error valorar lo antiguo sólo
por ser antiguo, regresar al idealismo de Platón por sobre el realismo
aristotélico nos llevaría al inmanentismo. La sociedad y en general la
educación debe aprender a mejorar los criterios para la elección de las
innovaciones que son acogidas.
Es fácil caer en la trampa, la mayoría de los cambios en la
industria y las telecomunicaciones que la humanidad hoy goza, han sido
presenciados por –esta generación—. Como
en ningún otro momento hemos sido testigo de cambios fundamentales en la
convivencia, en las comunicaciones y en la industria.
El cambio nos aparece como una gigantesca ola que arrastra
toda oposición, es inútil luchar contra el cambio, todo arrastra, todo cambia,
todo muta. – si no te montas sobre las olas del cambio quedaras debajo de
ellas—. Hay una sentencia que dice que
“lo que no cambia perece”.
La mente humana trabaja en base a patrones, en cuanto nos
enfrentamos a una situación novedosa intentamos aprender de la experiencia para
poder utilizar ese aprendizaje en otras futuras experiencias, cuando aprendemos
(en el campo tecnológico) que el cambio significa mejora, lo aplicamos a todas
las esferas de nuestra vida.
Ante esta situación la educación parece una tarea compleja
por no decir imposible, ¿Cómo podría la educación organizada en sistemas
complejos, gigantescos y exageradamente lentos, seguir el paso de una
vertiginosa y mareante velocidad con la que ocurren los cambios? Cambios que
además suceden en su mayoría en contextos diferentes al educativo, no sigue
reglas, no pueden controlarse y mucho menos pueden predecirse.
Siempre aprendimos que la educación nos prepara para el
futuro ¿pero para que futuro? Para un futuro que no es posible predecir.
Miles de escuelas privadas públicas, adoptan sin menoscabo
cualquier idea con roce educativo, sin la minina precaución. Los criterios de
eficacia y eficiencia son sustituidos por la “novedad”.
Ideas que rayan en el absurdo de programar la mente como lo
haríamos con una computadora o la aceptación de tantas inteligencias como
estilos, talentos o aficiones o la idea que las emociones son inteligentes,
desfilan por las escuelas distrayendo los esfuerzos humanos, económicos y
materiales en lo esencial y por consiguiente en lo inmutable de la educación. –
Su fin—.
No podemos culpar a los profesores por su sentimiento de
desesperanza y frustración, apenas y se acomodan en una propuesta educativa
cuando la ola nuevamente llega cargada de nuevos éxitos comerciales, de
betsellers educativos y de nuevas y estrafalarias ideas.
Tantas “novedades” han sembrado un intrincado laberinto
entre el profesor y su alumno, hemos complicado como nunca la esencia educativa
y los resultados saltan a la vista.
Alumnos con grandes cantidades de información que no son
capaces de pensar sobre el objetivo de la misma, los fines han sido confundidos
con los medios y peor aún han sido subordinados.
Curriculums que me recuerdan a las carreteras construidas
por políticos en su último año de gobierno: 100 kilómetros de longitud y un milímetro
de profundidad.
Estamos tan ocupados con tanta información y cambios que nos
encontramos el tiempo de pensar sobre lo importante, sobre lo mejor.
Los criterios de la innovación
En años recientes las ciencias filosóficas han tenido una
importante aportación; Las ciencias especulativas por esencia, sólo tenían a la
ética como la única ciencia especulativamente práctica que regula el obrar de
las personas y las evalúa desde el punto de vista moral. Faltaba una ciencia
que regulara los actos no sólo desde el punto de vista “moral” sino también
“eficaz” y así nace la “Filosofía de la eficacia” cuya creadora es la Dra. Luz
García Alonso. Para esta científica mexicana
–el valor propio de la innovación es la eficacia— distinguiéndola así de
las novedades y ocurrencias.
Con el apoyo de esta nueva ciencia podemos construir algunos
juicios que nos ayuden a conseguir una mejor educación a partir de las
innovaciones.
El primer criterio de cualquier proyecto tendiente a mejorar
la educación debe ser la “Verdad”.
La verdad puede ser definida como –la adecuación del
intelecto a la realidad— la verdad se logra cuando nuestros axiomas
corresponden a lo que sucede realmente, por ello ante cualquier juicio debe
haber una verdad.
Aquel que viendo la realidad de un avión que vuela y lo
niega, cae en el error, aquel que dude de la existencia del árbol de manzanas,
cae en el error porque su axioma no corresponde a la realidad. Aquel que afirme
que los seres humanos pueden ser inmortales, también caen en el error.
Para conocer la verdad existen dos tipos de saberes: teórico
o especulativo y práctico.
Los saberes teóricos versan sobre lo necesario, lo necesario
es lo inmutable lo que no puede ser de otra manera y para acceder a estas
verdades se tienen dos hábitos intelectuales conocidos como:
Inteligencia: o
también llamada ciencia de los primeros principios, nos ayudan a entender
aquellos principios que son evidentes y por lo tanto no requieren demostración
de sus causas como sucede en la ciencia
Ciencia: es un
conocimiento cierto por causas próximas necesarias y
Sabiduría: es un conocimiento
cierto por causas últimas necesarias
La verdad del conocimiento científico depende de la verdad
del conocimiento sapiencial o conocimiento por las causas ultimas.
También existe el conocimiento práctico que versa sobre lo
contingente, sobre lo que –puede ser de una u otra manera— y cuya meta es la
transformación.
Son dos los hábitos del conocimiento práctico:
Arte: el mundo
del arte abarca innumerables ramas: los oficios, la técnica, la tecnología –aplicación de la ciencia-, las
artesanías y las bellas artes.
Prudencia:
considera el aquí y el ahora para lograr la eficacia. Es el obrar bajo la recta
razón
La educación es un saber primordialmente artístico, porque
busca la transformación del educando. A diferencia de otros artes como la
escultura, la pintura, la herrería etc. La transformación que se busca no es de
tipo material sino de tipo inmaterial, se busca una transformación cualitativa
del estudiante.
El arte de la educación depende de manera próxima de la
“ciencia” o mejor dicho de “las ciencias”. Son muchas ciencias llamadas
particulares que auxilian la tarea educativa, por ejemplo, la psicología, la
sociología, la pedagogía etc. Si existe un error en las concepciones de estas
ciencias el efecto del acto artístico será el error. Para evitarlo, las
ciencias particulares deben recurrir a las disciplinas filosóficas para llegar
a las causas últimas y ordenar los saberes, en auxilio se puede encontrar por
ejemplo a la antropología filosófica que ayuda a conocer mejor las facultades y dimensiones
del ente que se pretende educar “el ser humano”. La ética para la formación de
hábitos morales, a la gnoseología para comprender los hábitos intelectivos etc.
La ontología ayuda a situar al fenómeno educativo dentro de la esfera del ser.
La filosofía de la eficacia ayuda a
lograr la consecución de las metas planteadas.
El segundo elemento para lograr la eficacia en la educación
y en cualquier proceso de innovación que la afecte es la “EFICIENCIA”.
A menudo en las jergas de gestión y administración la
palabra “eficiencia” se usa como sinónimo de “eficacia” pero no son lo mismo.
La eficiencia es un término subordinado a la eficacia y en
términos generales significa “hacer bien las cosas” la Real academia española
lo define como: “Capacidad de disponer de alguien o de algo para
conseguir un efecto determinado”.
La diferencia entre
eficiencia y eficacia radica en la verdad y bondad del objeto a perseguir. Así
un asesino a sueldo que ejecuta a policías puede ser muy “eficiente” (siempre
cumple cabalmente con su encomienda) pero tremendamente “ineficaz” debido a que
asesina al inocente.
Una bomba nuclear puede
ser “eficiente” (mata a un gran número de personas con un mínimo de inversión
económica) pero “ineficaz” si es utilizada en contra de la humanidad,
asesinando no solamente a militares sino a población civil inocente.
Hitler fue muy “eficiente”
en persuadir y convencer a su pueblo pero muy “ineficaz” porque sus argumentos
eran mentiras.
Por otro lado a la
eficacia no le basta la verdad o bondad del objetivo. Si los caminos y medios
seleccionados para alcanzarlos NO son eficientes, entonces también se
conseguirá “ineficacia”.
Un bombero que tiene toda
la intención de ayudar a la población combatiendo un incendio si se equivoca en
la dirección será “ineficiente” y en consecuencia “ineficaz”
Un brillante ingeniero que
ha desarrollado una nueva tecnología de autos que no requieren gasolina para
moverse no podrá ser eficaz si no considera la oposición de múltiples intereses
económicos de la industria que intenta desplazar.
Para lograr la eficiencia
y en consecuencia la eficacia se requiere de una virtud: “La prudencia”
La prudencia
es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda
circunstancia nuestro cual es el verdadero bien, lo más conveniente en cada
caso y a elegir los medios rectos, es
decir los medios más adecuados e idóneos en atención a las circunstancias para
lograr el objetivo.
No
debe confundirse a la prudencia ni con la timidez o el temor, ni con la doblez
o la simulación. Es llamada la "auriga virtutum": Conduce las
otras virtudes indicándoles regla y medida.
Los actos de la prudencia
son:
a)
Consejo
b)
Juicio
c)
Imperio
El consejo es
necesario para tomar una buena decisión, el consejo “no es decir a otro lo que
debe hacer”. —es pensar con el otro—. Implica un dialogo en el que diversas
opiniones y visiones enriquezcan la toma de decisiones. Aconsejarse de los
expertos en el tema, ya sea por su experiencia o expertis es una “obligación
moral” de todo aquel que pretenda una acción innovadora.
Los responsables de la
mayoría de las decisiones en educación no son expertos en los diferentes campos
de la educación ni tienen obligación de serlo, aunque su obligación consiste en
“tomar consejo”.
Sin embargo, el consejo
tampoco sustituye a la decisión juiciosa ni debe confundirse el ejercicio de la
consejería para que con un pretexto democrático se busque diluir la
responsabilidad en la opinión de las mayorías.
El juicio es el
resultado de recoger las opiniones y formular con ellas una sentencia y es el
resultado del contraste y deliberación de las ideas y no de la sumatoria de las
opiniones.
La democracia es una forma
de gobierno en la que el pueblo elije a
sus gobernantes pero no es una forma eficaz para tomar decisiones. Pusilánime
es aquel que teniendo la responsabilidad de tomar una decisión, la abandona y
deja paso a la fuerza de la mayoría por sobre la verdad.
Pero nadie será recordado
por lo que pensó o por lo que quiso hacer, el gobierno de lo que debe hacerse,
es decir de pasar del dicho al hecho es mejor conocido como el imperio.
El imperio
consiste en asegurarse que las cosas se hagan y ocurran de acuerdo al juicio
previo. El arquitecto supervisa la obra para que se ajuste su idea plasmada en
un plano, y también el innovador defiende su idea para que se haga realidad
sobrellevando las dificultades.
El imperio exige
disciplina y constancia para lograr que lo pretendido, lo idealizado, se encuentre con la realidad, formando una
nueva. Exige previsión de los recursos necesarios y de los medios más
idóneos y fortaleza para superar las
barreras.
La integralidad de la
innovación y el cambio
El proceso de innovación y
cambio en la educación como en cualquier otra área como se ha dado cuenta de
ello, implica mucho más que una idea brillante e innovadora, podría afirmar que
en todos los campos profesionales de lo que menos se carece, es de la generación
de nuevas ideas, pero la mayoría de ellas encuentran una muerte prematura una
vez concebidas.
En la mayoría de las veces
los asesinos de las nuevas ideas son engendrados al mismo tiempo que ellas y
coexisten en su fugaz existencia. Aunque los elementos externos a ellas a
menudo cargan con la culpabilidad de la muerte.
Una idea de cambio siempre
encontrará una resistencia natural, proporcional a su impacto en las vidas de
las demás personas. Yo no he encontrado un ejemplo histórico en el que una idea
de cambio no implique alguna transformación social.
De mayor o menor impacto
las ideas alteran, transforman a un individuo o a una sociedad. Ideas en el
comercio, religiones, política, industria, economía, leyes etc. Son siempre
causa de un efecto social.
Las ideas independentistas
de Gandhi encontraron una natural resistencia en el imperio británico pero
también en un sector de su pueblo quienes preferían el camino de las armas para
lograr su objetivo y rechazaban la visión pacifista de su principal líder.
El campo educativo no
queda exento de las transformaciones sociales; en el México de estos tiempos se
observa con claridad las reacciones y convulsiones que son efecto de ideas de
cambio del sistema educativo.
No son menores las
pretensiones del gobierno federal como tampoco son menores las respuestas de
los beneficiados y de los afectados. Y las conclusiones aún aguardan.
Fuerzas proporcionales
Pretender un cambio sin
resistencias en una ilusión, si nuestras ideas no encuentran un rechazo puede
deberse a dos causas:
a)
Nuestra
idea tiene nulas o menores implicaciones sociales: y si así es ¿vale la pena?
b)
Aun no
es percibida las implicaciones de nuestra idea: por lo que hay que comunicarlas
de mejor manera
El cambio como necesidad
humana es un proceso enmarcado en la complejidad de su naturaleza, en donde el
concierto de necesidades, deseos y posibilidades perecen danzar en una lucha
por su hegemonía. La integralidad interior con las fuerzas exteriores son las
anunciadoras del éxito o del fracaso de cualquier empresa.
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